El día del cumpleaños de Nagiko, su padre, un calígrafo de Kyoto, escribe en la cara de su hija su nombre, mientras recita una fórmula que se antoja un versículo del Génesis. Luego escribe su propio nombre en cuello de la chiquilla, para darle vida, como hiciera Dios.
Cada año se repite la misma ceremonia. La relación entre padre e hija trasciende así la mera sanguineidad, el plano físico de la reproducción. ¿Es el juego de la Creación a nivel microcósmico?. ¿Es una posesión a la vez que una relación familiar?. ¿Es Pigmalion o Frankestein o ninguno de ellos?.

"Cuando Dios modeló con arcilla al primer ser humano le pintó los ojos, los labios y el sexo. Luego escribió el nombre de la persona para que no lo olvidara..."
Su tía lee a Nagiko cada noche el libro Makura no Sôshi, Diario Intimo*, de la Dama Sei Shonagon, una cortesana del Kyoto del siglo X, en pleno Periodo Heian. La riqueza exuberante de las descripciones de Sei Shonagon, el hecho literario, el libro mismo como entidad y la lectura y la escritura acompañarán a Nagiko a lo largo de toda su vida hasta hacerle decir que "los mayores placeres de este mundo son los de la lectura y los de la carne". Ella los conjuga con la voluntad de transformar su cuerpo en soporte de escritura y usar otros para plasmar su creación literaria.

"Estoy convencida de que hay dos cosas en la vida que son fundamentales: las delicias de la carne y la delicias de la literatura. Yo he tenido la suerte de disfrutar de las dos por igual..."
"Si no existiera la literatura... qué terribles depresiones sufriríamos..."

Tras su matrimonio, decidido en la infancia con los auspicios del editor de su padre que llegará también a publicar sus trabajos, se inicia su viaje iniciático. Buscará amantes que escriban sobre su cuerpo. Pero la conjunción del amante diestro en las artes sexuales y con profundidad espiritual y maestría caligráfica no abundan.
Serán primero los kanjis los que se representen sobre su piel. Más tarde cualquier grafía será investigada hasta dar con Jerome, un escritor y traductor inglés afincado en Hong Kong, que cambiará su actitud. Ël se ofrece para ser el vehículo que lleve sus escritos al editor, con el que mantiene una relación homosexual, como antaño parece que mantuviera el padre de Nagiko.
Ella y su editor competirán por Jerome hasta un desenlace terrible. Mientras nos vemos bombardeados por emociones, sensualidad, refinamiento, un fetichismo evidente y otro solapado que queda hurgando en recovecos de nuestra experiencia. El mensaje y el mensajero se funden. La piel es poseída por el escritor y el lector, pero, ¿poseemos también el cuerpo y la persona del mensajero?, ¿poseemos/nos poseen así los libros?.
Las constantes alusiones al libro de Sei Shonagon, la música que acompaña, seduce y golpea, el montaje magistral con el toque personalísimo de Greenaway... todo ello hace de esta película una joya que hay que ver varias veces para penetrar en cada una de sus capas.
Y por qué no... probemos a tomar un pincel y escribir sobre el cuerpo de nuestro amante

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